Ayer estuve en una charla del fundador del movimiento Slow Food, Carlo Petrini, que me dió mucho que pensar. Slow Food es un movimiento que nace en 1989 en París, en oposición al Fast Food o comida rápida. Reivindica un nuevo concepto de gastronomía, más multidisciplinar, que considera los alimentos no sólo como algo lúdico o social, sino desde la perspectiva de la física, la química, la biología, la agronomía (cómo se producen los alimentos), la genética, la historia, la antropología, la cultura, la economía, etc.
Carlo Petrini, fundador del movimiento Slow Food, considerado por la revista Time como una de las 50 personas más influyentes del mundo.
En su charla, Carlo recalcó varias veces que tenemos un sistema alimentario "criminal" (dicho con sus propias palabras), pero también nos recordó que nosotros somos responsables directos de ello. Planteó nuestro papel no como consumidores pasivos, sino como co-productores, en dónde nuestro consumo influye directamente en los sistemas de producción y condiciona el tipo de agricultura. También enfatizó el hecho de que nos encontramos en una crisis entrópica, como consecuencia principalmente de que nos cuesta mucho más producir los alimentos que la energía derivada de los propios alimentos. Por ejemplo, producir un 1 kg de carne cuesta aproximadamente 5,000 lts de agua, además de una gran inversión energética como consecuencia de la dependencia en combustibles fósiles que tienen los actuales sistemas de producción: el grano para alimentar el ganado viene normalmente de otras partes del mundo, los fertilizantes necesarios para producir este grano también vienen de otros países, y todo este movimiento se traduce en consumo de combustibles fósiles (ver también esta otra entrada).
Los sistemas de producción de alimentos no son sostenibles en la actualidad por diversos motivos:
Los defensores de los sistemas de producción de alimentos que tenemos en la actualidad arguyen que no es posible mantener alimentada a la población mundial bajo otros esquemas productivos no intensivos. Sin embargo, los datos que arroja la FAO a este respecto son muy claros:
Todo ello implica que tenemos un sistema de producción de alimentos altamente ineficiente, que genera excedentes que acaban en la basura, que consume más energía que la que proporcionan los propios alimentos que se producen, y en dónde siguen existiendo grandes desigualdades en la distribución y acceso a los alimentos.
¿Podemos hacer algo? Claro que sí. Como decía Carlo, somos corresponsables de lo que ocurre, y está en nuestra mano cambiarlo. Slow Food nace con esa filosofía y hoy son más de 100,000 personas las que se han unido a este movimiento en todo el mundo. Para más información, vísita la página del proyecto.
Los sistemas de producción de alimentos no son sostenibles en la actualidad por diversos motivos:
- Agotan la fertilidad del suelo.
- Agotan los recursos hídricos. Recordemos que el 72% del agua dulce en el mundo se destina a agricultura. Estos usos también condicionan la calidad del agua residual, que en muchas partes del mundo está contaminada.
- Producen pérdida de biodiversidad. La selección de variedades, razas y especies más productivas en agricultura y ganadería ha motivado la desaparición del 70% de éstas durante el último siglo.
- Promueven la desaparición del campesinado, lo que implica en muchas ocasiones una pérdida cultural de gran importancia.
Los defensores de los sistemas de producción de alimentos que tenemos en la actualidad arguyen que no es posible mantener alimentada a la población mundial bajo otros esquemas productivos no intensivos. Sin embargo, los datos que arroja la FAO a este respecto son muy claros:
- A nivel mundial se producen alimentos para alimentar a 12 mil millones de personas.
- Hay actualmente cerca de 7 mil millones de personas en nuestro planeta.
- 1 mil millones de personas sufren de desnutrición.
- 1.7 mil millones de personas sufren obesidad.
- El 40% de la producción alimentaria acaba en la basura.
Todo ello implica que tenemos un sistema de producción de alimentos altamente ineficiente, que genera excedentes que acaban en la basura, que consume más energía que la que proporcionan los propios alimentos que se producen, y en dónde siguen existiendo grandes desigualdades en la distribución y acceso a los alimentos.
¿Podemos hacer algo? Claro que sí. Como decía Carlo, somos corresponsables de lo que ocurre, y está en nuestra mano cambiarlo. Slow Food nace con esa filosofía y hoy son más de 100,000 personas las que se han unido a este movimiento en todo el mundo. Para más información, vísita la página del proyecto.